Crear x Crear

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jueves, 22 de septiembre de 2011

Tren al Infierno x Lucas Conti


Tren al infierno

Era un lunes común y corriente, cuando a eso de las 7 y media pase a buscar a mi buen amigo el Turco Nagel para tomar el mismo tren de todos los días que nos depositaba a unas 7 u 8 cuadras de nuestro trabajo. Ocho menos cuarto pasamos por la casa del dr. Menaldi quien gustosamente nos acompañaba cada lunes por la mañana. Era un interesado oyente de nuestros relatos sobre las peripecias y acontecimientos realizados por nosotros en el fin de semana. Siempre tuvimos la duda de si él quería acompañarnos o sólo de casualidad iba a nuestro lado a comprar las medias lunas a la panadería dos cuadras más adelante, nunca lo supimos en realidad ya que nunca nos dirigió ni una sola palabra.
Ya entrada las 8 pasábamos por la casa del Cañón Romero que nos esperaba junto a Carlitos “El Rayo” Palacios y ya sí enfilábamos para la estación.
Llegando casi al andén había un personaje que jamás había visto. Un mendigo de unos 70 años de edad que propinaba cientos de gritos e insultos al cielo, ya a escaso metro y medio de distancia me mira y me dice: “hey vos! No te subas a ese tren, ese es el tren del infierno”. Lo miré perplejo y me subí. Sus palabras siguieron retumbando en mi cabeza. Lo primero que pensé era que estaba loco pero en la siguiente parada un grupo de zombies subió al tren, un escalofrío recorrió mi cuerpo entero, empecé a prestar atención al resto de los pasajeros y todos parecían restos viejos de lo que alguna vez fueron personas. Nos entramos a mirar entre nosotros y era obvio que el julepe que teníamos era demasiado, tal es así que Carlitos el Rayo Palacios se largo 17 estaciones antes y empezó a correr como desquiciado, creo que llego 23 horas y 16 minutos tarde a su trabajo ya que sumado a la enorme distancia a la que se bajó se perdió.
Los otros tres que quedábamos estábamos mudos, queríamos hablar pero la voz no nos salía. En nuestras cabezas, o al menos en la mía seguía retumbando la frase de aquel mendigo misterioso.  Las estaciones fueron pasando y el calor se acrecentaba, un rugido cada vez más potente y feroz comenzaba a sonar a lo lejos y haciéndose más estruendoso cada vez.  El Cañón tenía su temible pierna zurda graciosamente preparada para meterle terrible patada a cualquier ser espeluznante que se atreviera a subir por la puerta de nuestro vagón, era tanta su desesperación que ni bien se abrió la puerta en la penúltima estación que lanzó una de sus mejores patadas cuyo destinatario fue un amable vendedor de café quien fue a parar cerca del molinete al mismo tiempo que insultaba, y con mucha razón, de pies a cabeza al Cañón.
Nueve y media de la mañana, última estación, tomamos coraje y bajamos lo antes posible. El calor era insoportable,  la gente, o lo que alguna vez fue, caminaban meneándose con un leve movimiento de lado a lado, el rugido era ensordecedor, subo las escaleras esperando lo peor, miré a mi alrededor... el mendigo tenía razón, había llegado al centro.

2 comentarios:

  1. muy bueno ,es significativo jajaj me hizo recordar la prmera vez q volvi a cba y vaje en un colectivo y llegue al centro despues de 2 años de estar en la paz del sur ,muy bueno lucas ,no sabia de esta veta artistica tuya,abrazos

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